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Bitácoras

BITÁCORAS


El cuaderno de Bitácora no es de nadie, no tiene dueño, es de todos y se puede encontrar todo: velocidad, distancias navegadas, observaciones astronómicas, los vientos que reinan, la fuerza de las olas. Es una biblia náutica, hecha por muchas manos y médulas, por el incansable centro de los días y noches.


Igual que la biblia tiene singularidades, como un Dios que cada quien transforma en venganza, duda, prueba, silencio, diálogo. Pero arriba de la personalidad del que participa, hay una significación uniforme, un símbolo por encima de todas las cosas y de todos, una “unidad”. Esta exposición es cohesionada igual, con una conciencia de entidad compartida.


Ahora bien, ese compartir no es estar conforme con el espacio o aún el tiempo. No hay contemporáneos aquí, no hay una convivencia en esta exposición porque se participa del mismo sitio y tocó estar a todos. Hay significaciones superiores de las que se forma parte, conciencia de la tierra, sólo tierra, de las cosas, de la manera en que se miran y se guardan, cajitas para la inclemencia, mesas para un fácil alcance. El secreto, la presunción y la furia.


Las cosas sucumben y son circunstanciales pero mientras estamos aquí son nuestras pertenencias, devociones y pasiones, nos explican, nos miden para otorgarnos existencia. Un baúl, un cuaderno, nuestro lugar secreto del cuarto, el escondite, son lo que más nos explica, son lo que ni nosotros alcanzamos a ver, son el espejo frío y mudo.


Por eso las guardamos y cuidamos, las ponemos al alcance y al mismo tiempo guarecidas de todo, porque nuestras pertenencias y lo que creamos, refleja nuestra intimidad, y refleja la intimidad que fue para nuestros antecesores, ese peregrinar por el mundo. Precisamente por su fugacidad deben de ser transfiguradas por nosotros, debemos de crear e imprimir en esta tierra transitoria y caduca, dolorosa y apasionada, profunda. Debemos fijar una esencia que resucite en nosotros de manera indivisible.


Es necesario que no se mire como espectador, que no se admire, que no se vea la exposición con la infección estética y solo estética. Seamos símbolo, mito, volvamos la creación transparente, invisible y contundente, desaparezcámosla para que se integre a nuestra existencia.


El puzzle está puesto, el cuaderno de bitácora se tiene que ordenar, decantar y constatar por alguien más. Hay que arreglársela como se pueda. Arreglémonosla sin más preámbulos.


Luis Javier Mondragón
México DF a 6 de marzo de 2007.