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Registro de la Ausencia

 

“Siempre he sentido fascinación por la guja...

La aguja se utiliza para reparar el daño...

... es una reivindicación del perdón”.

Louis Bourgeois.

 

Que difícil es llenar los huecos en la memoria, los vacíos que van devorando momentos en el tiempo. Tiempo que registramos con recuerdos, y en el afán de no perderlo, nos aferramos a las cosas, los sujetos, las fotografías. Las ausencias se vuelven la presencia de lo que se nos ha ido cuando aprendemos a vivir con ellas y hemos comenzado a amarlas.


Guardar no solo en mi memoria, sino en los objetos que hago, para estar segura que no lo he olvidado, y a la vez, ser yo misma quien construye mi recuerdo. Objetos que hablan por sí mismos el lenguaje de los olvidos, pequeñas cajas que guardan las historias de mi infancia, sueños, tristezas y alegrías.


Personajes de cera y cabello que resignados a su silencio, no hacen más que mirarme como si quisieran disculparse por no poder contestar a mis preguntas, y a la vez, suplicando ser escuchados; un par de zapatos, (de mi madre) que me hacen pensar en lo difícil que sería estar en ellos y andar por la vida. Quién pudiera pensar en lo cruel que sería el dar cuerda y escuchar la melodía de una caja musical porque nos trae la ausencia. Descoser y coser prendas para disponerlas a manera de pieles y mostrar las heridas de la voracidad del tiempo.


Observar y exponer mi existencia como un contínnum, con sus placeres y dolores forjándose en el archivo de calendarios, bitácoras, fotos, historias, frases; mil y un maneras de registro.



Y al final, todos son el cadáver del tiempo... de lo que ya no está.